Resumen
Lehi fue llamado por Dios para predicar el arrepentimiento al pueblo de Jerusalén. Obedeció una revelación del Señor de que se marchara con su familia al desierto. Su hijo Nefi acudió al Señor para obtener mayor entendimiento y su corazón se enterneció. Después de viajar por el desierto durante días, Nefi y sus hermanos afrontaron una prueba de su obediencia y fe en Dios cuando se les mandó que regresaran a Jerusalén para obtener las planchas de bronce que tenía Labán.
Un comienzo esperanzador en medio de un contexto difícil
1 Nefi 1:1. “Habiendo conocido muchas aflicciones […], siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor”
Esta lección nos invita a meditar en nuestras aflicciones pasadas o presentes, nuestras o de un ser querido cercano. Es interesante pensar que el primer versículo de El Libro de Mormón contiene un recordatorio del reconocimiento de nuestras bendiciones, por sobre nuestros dolores. ¿Por qué crees que Nefi comenzó así?
1 Nefi 1:20. ¿Qué son las “tiernas misericordias del Señor”?
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:
Las entrañables misericordias del Señor son las sumamente personales e individualizadas bendiciones, la fortaleza, la protección, la seguridad, la guía, la amorosa bondad, el consuelo, el apoyo y los dones espirituales que recibimos del Señor Jesucristo, por causa de Él y por medio de Él (David A. Bednar, “Las entrañables misericordias del Señor”, Liahona, mayo de 2005, pág. 99).
1 Nefi 2. El testimonio personal
El élder Craig C. Christensen, de los Setenta, enseñó:
Tras escuchar a su padre hablar de sus muchas experiencias espirituales, Nefi quería saber lo que sabía su padre. Era más que una simple curiosidad; tenía hambre y sed de saber. Aunque era “muy joven”, tenía “grandes deseos de conocer los misterios de Dios” [1 Nefi 2:16]. Añoraba “[ver, oír y saber] de estas cosas, por el poder del Espíritu Santo” [1 Nefi 10:17] […].
Por su corazón creyente y su esfuerzo diligente, Nefi tuvo la bendición de una experiencia maravillosa. Recibió un testimonio del futuro nacimiento, vida y crucifixión del Salvador Jesucristo; vio la salida a luz del Libro de Mormón y la restauración del Evangelio en los últimos días; todo ello como resultado de su deseo sincero de saber por sí mismo.
Estas experiencias personales con el Salvador prepararon a Nefi para la adversidad y los desafíos que pronto enfrentaría. Le permitieron mantenerse fuerte incluso cuando otras personas en su familia estaban dudando. Él pudo hacerlo porque había aprendido por sí mismo y sabía por sí mismo. Él había sido bendecido con su propio testimonio (Craig C. Christensen, “Sé estas cosas por mí mismo”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 50, 51).
1 Nefi 3. Obediencia
Este capítulo nos habla de obediencia, de guardar los mandamientos en medio de adversidad incluso familiar. Después de viajar por el desierto durante días, Nefi y sus hermanos afrontaron una prueba de su obediencia y fe en Dios cuando se les mandó que regresaran a Jerusalén para obtener las planchas de bronce que tenía Labán.
¿Por dónde debo empezar si tengo dificultades para guardar varios mandamientos?
El presidente Harold B. Lee (1899–1973) enseñó:
El más importante de todos los mandamientos de Dios es aquel que les resulte más difícil de guardar hoy […]. Corrijan ese problema y en seguida encárguense del siguiente mandamiento que les resulte más difícil de guardar. Esa es la forma de santificarse: guardar los mandamientos de Dios (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2000, pág. 34).
1 Nefi 4-5. Las pruebas de fe
Después de dos intentos fallidos por obtener las planchas de bronce de manos de Labán, Nefi entró de noche en Jerusalén con fe en el Señor. Sin embargo, no sabía muy bien cómo llevar a cabo su tarea. No obstante, “siguió adelante” (4:7) y recibió revelación mientras actuaba.
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó acerca de la importancia de nuestras acciones al procurar revelación y guía:
En mi estudio de las Escrituras he notado que, mayormente, los hijos de Dios reciben revelación cuando están en acción y no cuando se sientan en sus casas esperando que el Señor les diga el primer paso que deben dar […].
De modo que hacemos todo lo que podemos y luego esperamos que el Señor nos envíe Su revelación (Dallin H. Oaks, “En Su propio tiempo y a Su propia manera”, Liahona, agosto de 2013, págs. 24, 26).
El Señor mandó a Nefi que matara a Labán. A él le preocupaba la idea de quitar una vida, pero el Espíritu continuó instándolo a que siguiera adelante. Nefi obedeció “la voz del Espíritu” (1 Nefi 4:18), se disfrazó con la ropa de Labán y convenció a Zoram, el siervo de Labán, para que sacara las planchas de bronce del lugar del tesoro.
¿Por qué Nefi tuvo que matar a Labán?
Para entender mejor el mandato del Señor de matar a Labán, tomemos en cuenta que:
El Señor le dio a Labán dos oportunidades para que entregara las planchas de bronce antes de demandar su vida. Labán era un mentiroso y un ladrón, y había intentado matar por lo menos dos veces. Según la ley de Moisés, tanto el robo como el intento de asesinato podían ser castigados con la muerte (véanse Éxodo 21:14; 22:2; Deuteronomio 24:7).
El Señor deseaba que Lehi y sus descendientes tuvieran los registros de las Escrituras, aunque fuera necesario que “mu[ri]era un hombre” (1 Nefi 4:13) para que eso ocurriera. Las planchas de bronce no solo bendijeron a los descendientes de Lehi, sino que también proporcionaron parte del contenido del Libro de Mormón (por ejemplo, las citas de Isaías y la alegoría de Zenós sobre el olivo cultivado y el olivo silvestre). El Libro de Mormón, traducido de las planchas de oro, ha bendecido a millones de personas y bendecirá a millones de personas más. En última instancia, todo eso estaba en juego cuando Nefi se detuvo junto a Labán y siguió la dirección del Espíritu.
¿Qué sucede si no me siento seguro con respecto a una impresión que he recibido del Espíritu Santo?
El élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
Mi experiencia ha sido que el Espíritu se comunica con mayor frecuencia en forma de sentimientos. Lo sienten en palabras que les son familiares, que tienen sentido para ustedes, que los “inspiran” […].
Debemos tener confianza en nuestros primeros susurros. A veces racionalizamos; nos preguntamos si sentimos una impresión espiritual o si se trata solo de nuestros propios pensamientos. Cuando comenzamos a cuestionarlo una y otra vez —y todos lo hemos hecho— desestimamos al Espíritu; cuestionamos el consejo divino […].
Los primeros susurros son la inspiración pura del cielo. Cuando nos confirman o testifican algo, tenemos que reconocerlos como lo que son y jamás pasarlos por alto (Ronald A. Rasband, “Deja que el Espíritu te enseñe”, Liahona, mayo de 2017, págs. 94, 95, 96).