1 Nefi 16–22 | Prepararé el camino delante de vosotros

Escrito el 03/02/2024
Hernán Felipe Toledo

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Resumen

Poco después de que la familia de Lehi se marchara de Jerusalén, el Señor les proporcionó más guía por medio de la Liahona. Afrontaron diversos desafíos en el desierto y la forma en que Nefi reaccionó ante ellos nos da un ejemplo de cómo podemos reaccionar ante nuestras propias pruebas en la vida. Al enseñar acerca de la dispersión y el recogimiento de Israel, Nefi utilizó las profecías de Isaías para demostrar que el Señor no se olvidaría de la casa dispersa de Israel. También enseñó que, independientemente de la causa de nuestro sufrimiento, Jesucristo ofrece fortaleza y sanación a quienes lo buscan.

1 Nefi 16:10

Y ocurrió que al levantarse mi padre por la mañana, y al dirigirse a la entrada de la tienda, con gran asombro vio en el suelo una esfera de bronce fino, esmeradamente labrada; y en la esfera había dos agujas, una de las cuales marcaba el camino que debíamos seguir por el desierto.

¿En qué se parece la Liahona al Espíritu Santo?

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

Así como Lehi obtuvo bendiciones en tiempos antiguos, a cada uno de nosotros en esta época se le ha dado una brújula espiritual que nos dirige y nos instruye durante nuestro trayecto terrenal […].

Al seguir adelante por el camino de la vida, cada uno de nosotros recibe la dirección del Espíritu Santo de la misma forma en que Lehi la recibió por medio de la Liahona […].

En nuestra vida, el Espíritu Santo funciona exactamente como la Liahona lo hizo para Lehi y su familia, de acuerdo con nuestra fe, diligencia y atención (David A. Bednar, “Para que siempre podamos tener Su Espíritu con nosotros”, Liahona, mayo de 2006, págs. 30–31).

¿Cómo puedo reconocer mejor el Espíritu Santo en mi vida?

El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra; nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto […].

En algunas ocasiones solo tendrá la firmeza necesaria para que le prestemos atención, pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se retirará y esperará hasta que acudamos en Su busca, lo escuchemos y digamos, según nuestra propia manera de expresarnos, como Samuel de antaño le dijo al Señor: “… Habla, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3:10) (véase Boyd K. Packer, “Lámpara de Jehová”, Liahona, octubre de 1983, pág. 31).

1 Nefi 17:8

Y aconteció que el Señor me habló, diciendo: Construirás un barco, según la manera que yo te mostraré, para que yo lleve a tu pueblo a través de estas aguas.

¿Por qué habría sido difícil para Nefi construir un barco?

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

Nefi no era marinero. Se había criado en Jerusalén, una ciudad del interior, y no en las costas del mar Mediterráneo. Parece poco probable que tuviera conocimiento o experiencia con las herramientas y habilidades necesarias para construir un barco. Tal vez nunca antes había visto un barco que se fuera a usar en el mar. Entonces, en resumen, a Nefi se le mandó e instruyó que construyera algo que nunca antes había construido (David A. Bednar, “Learning to Love Learning”, Ensign, febrero de 2010, pág. 28).

1 Nefi 17:45

Sois prontos en cometer iniquidad, pero lentos en recordar al Señor vuestro Dios. Habéis visto a un ángel; y él os habló; sí, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz apacible y delicada, pero habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras;

¿Qué significa “deja[r] de sentir”?

El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó:

[A] veces hay puntos muertos en los que la señal falla para el celular; esto sucede cuando el teléfono se usa en un túnel o cañón, o cuando hay otra interferencia.

Lo mismo sucede con la comunicación divina […]. Quizás haya elementos en nuestra vida que nos impidan oírlo porque hemos “dejado de sentir” [1 Nefi 17:45]. Muchas veces nos ponemos en un punto muerto espiritual, en lugares y condiciones que bloquean los mensajes divinos. Algunos de esos puntos muertos pueden ser el enojo, la pornografía, la transgresión, el egoísmo y otras situaciones que ofenden al Espíritu (James E. Faust, “¿Recibieron el mensaje correcto?”, Liahona, mayo de 2004, pág. 67).

1 Nefi 18:11, 17–19. ¿Por qué permitiría Dios que Lamán y Lemuel causaran tanto sufrimiento?

El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó:

Dios rara vez infringe el albedrío de alguno de Sus hijos interviniendo contra unos para aliviar a otros. Lo que sí hace es aligerar las cargas de nuestras aflicciones y fortalecernos para que podamos soportarlas […]. No impide todas las catástrofes, pero sí contesta nuestras oraciones […] o […] mitiga los efectos […].

En medio de toda oposición en la vida mortal, Dios nos ha asegurado que “consagrará [nuestras] aflicciones para [nuestro] provecho” (2 Nefi 2:2) (Dallin H. Oaks, “Oposición en todas las cosas”, Liahona, mayo de 2016, pág. 117).

De ninguna manera se debe interpretar esto como una indiferencia del Padre Celestial ante nuestro sufrimiento, especialmente cuando se trata de casos de abuso o maltrato.

El Señor espera que hagamos todo lo posible para prevenir el abuso y proteger y ayudar a las víctimas. No se espera que nadie soporte un comportamiento abusivo.

Los informes de abuso no deben desestimarse nunca. Todos deben tratar con compasión y sensibilidad a las víctimas y sus familias. Las personas afectadas por el abuso necesitan ser oídas y recibir apoyo (véase Temas del Evangelio, “Abuso o maltrato”, topics.ChurchofJesusChrist.org).

¿Tener fe en Dios significa que puedo evitar las circunstancias difíciles?

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

[La] fe significa confiar en Dios en los buenos tiempos y en los malos, aunque eso incluya algo de sufrimiento hasta que veamos Su brazo revelarse a nuestro favor. Aquello puede ser difícil en nuestro mundo moderno, cuando muchos han llegado a creer que el mayor bien de la vida es evitar todo sufrimiento, y que nadie debe angustiarse por nada. Pero esa creencia jamás nos conducirá a “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” [Efesios 4:13] (Jeffrey R. Holland, “Esperar en el Señor”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 116).

¿Puedo seguir sintiendo gozo aunque esté pasando por circunstancias difíciles?

El presidente Russell M. Nelson enseñó:

Mis queridos hermanos y hermanas, el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene mucho que ver con el enfoque de nuestra vida.

Si centramos nuestra vida en el plan de salvación de Dios […], en Jesucristo y Su evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida (véase Russell M. Nelson, “El gozo y la supervivencia espiritual”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 82).

1 Nefi 19-22

En muchos versículos de estos capítulos, queda de manifiesto el amor de Dios y Su Hijo. Por ejemplo, en 1 Nefi 19:7-10 se mencionan muchas cosas que Jesuscristo hizo por nosotros. En los capítulos siguientes se muestra como nos da muchas oportunidades para bendecirnos y recogernos pese a nuestros errores continuos, lo que nos hace reflexionar sobre el límite del amor de Dios. ¿Realmente tendrá un límite?

Cuando peco, ¿soy indigno del amor de Dios?

El hermano Bradley R. Wilcox, de la Presidencia General de los Hombres Jóvenes, enseñó:

Recuerden que el cambio es posible, que el arrepentimiento es un proceso y que la dignidad no significa estar libre de mancha. Y, lo más importante, recuerden que Dios y Cristo están dispuestos a ayudarnos aquí y ahora […].

Muchas personas han sufrido mucho debido a rupturas y tensiones en relaciones, que les resulta difícil creer en la compasión y la longanimidad de Dios. Les cuesta ver a Dios tal como es: un Padre amoroso que satisface nuestras necesidades y sabe “da[r] buenas cosas a los que le piden” [3 Nefi 14:11]. Su gracia no es simplemente un premio para los dignos; la “ayuda divina” que Él nos da es lo que nos ayuda a llegar a ser dignos. No es simplemente una recompensa para los justos; la “investidura de fortaleza” que Él da es lo que nos ayuda a llegar a ser justos [Dieter F. Uchtdorf, “El don de la gracia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 107]. No estamos simplemente caminando hacia Dios y Cristo; estamos caminando con Ellos (Bradley R. Wilcox, “La dignidad no significa estar libre de mancha”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 67).

1 Nefi 21:15

Porque, ¿puede una mujer olvidar a su niño de pecho al grado de no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aun cuando ella se olvidare, yo nunca me olvidaré de ti, oh casa de Israel!

¿Por qué Cristo se compararía a Sí mismo con una madre?

El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

Jehová preguntó: “¿Acaso se olvidará la mujer de su niño de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre?”. Por improbable que sea que una madre amorosa olvide a su bebé, Jehová declaró que Su devoción es incluso más inamovible. Él afirmó: “… Pues, aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de mis manos te tengo grabada; delante de mí están siempre tus muros” [1 Nefi 21:15–16]. Debido a que Jesucristo soportó el sacrificio expiatorio infinito, Él nos comprende a la perfección [véase Alma 7:11–13]. Siempre está al tanto de nosotros y de nuestras circunstancias (Dale G. Renlund, “Las injusticias exasperantes”, Liahona, mayo de 2021, pág. 42).

¿Cómo podemos reconocer el amor de Dios por nosotros?

La hermana Susan H. Porter, de la Presidencia General de la Primaria, enseñó:

El amor de Dios no se encuentra en las circunstancias de nuestra vida, sino en la presencia de Él en nuestra vida. Sabemos de Su amor cuando recibimos fuerza más allá de la nuestra propia y cuando Su Espíritu trae paz, consuelo y guía. En ocasiones puede ser difícil sentir Su amor. Podemos orar para que se abran nuestros ojos a fin de ver Su mano en nuestra vida y Su amor en la belleza de Sus creaciones (Susan H. Porter, “El amor de Dios: El de mayor gozo para el alma”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 35).